Andan mis zapatos, ahí, tirados. Fuera de su caja. Son negros. Sin lustre. Tengo unos viejos zapatos. Me da igual. Siempre he tenido unos viejos zapatos. Uno está de pie y el otro caído. Sobre la alfombra. Junto al orinal.
Mis zapatos huelen mal. Son de chica sucia. Van bien esos zapatos para mí, son de chica sucia.
Sentada en la cama los miro como si fueran dos chicos universittarios. Solos no se van a ningún lado. Son mis esclavos. Tengo pocos esclavos. Sé que ellos aman mis medias. Pero mis medias odian a mis zapatos. Así es el amor. Mi medias tienen la piel demasiado suave y tierna para mis viejos zapatos. No querrían que ellos las tocaran. Pero son mis esclavos y yo dejo que disfruten.
Mis zapatos siempre están fuera de su caja. Y sé que me lo agradecen. Son negros. Ya hay demasiados negros encerrados.
Mis zapatos huelen mal. Son de chica sucia. Van bien esos zapatos para mí, son de chica sucia.
Sentada en la cama los miro como si fueran dos chicos universittarios. Solos no se van a ningún lado. Son mis esclavos. Tengo pocos esclavos. Sé que ellos aman mis medias. Pero mis medias odian a mis zapatos. Así es el amor. Mi medias tienen la piel demasiado suave y tierna para mis viejos zapatos. No querrían que ellos las tocaran. Pero son mis esclavos y yo dejo que disfruten.
Mis zapatos siempre están fuera de su caja. Y sé que me lo agradecen. Son negros. Ya hay demasiados negros encerrados.