Es la hora de los malditos, el tiempo
de las heridas que nunca cicatrizan: el vientre
de la noche se abre como una flor del mal inmensa
y prodigiosa, todo lo quiere atrapar,
la hora en que se puede llorar por cualquier cosa,
en que los recuerdos se tornan puntas de espino
y trozos de cristal,
cuando sueñan en espiral los dulces amores,
el vértigo marca las rutas de quienes velan ansiosos
por a la nueva alborada ver redentora,
es la hora de los malditos, de niños
y gentes de edad, de los ojos cerrados
y de aquéllos que parece se nos ahogarán,
de todas las horas del día de la maltratada jornada,
ésta es la hora fatal, la de las voces insomnes
que en tu cerebro vienen y van, cuando los lobos
aúllan, las olas mar adentro se alejan,
tiemblan las manos dormidas, los barcos se pierden
tras sucias estelas, la hora de repasar adioses,
de saber que nada bueno saldrá,
pues en la ventralidad de la noche,
se puede perder todo, no hay besos para ti.
de las heridas que nunca cicatrizan: el vientre
de la noche se abre como una flor del mal inmensa
y prodigiosa, todo lo quiere atrapar,
la hora en que se puede llorar por cualquier cosa,
en que los recuerdos se tornan puntas de espino
y trozos de cristal,
cuando sueñan en espiral los dulces amores,
el vértigo marca las rutas de quienes velan ansiosos
por a la nueva alborada ver redentora,
es la hora de los malditos, de niños
y gentes de edad, de los ojos cerrados
y de aquéllos que parece se nos ahogarán,
de todas las horas del día de la maltratada jornada,
ésta es la hora fatal, la de las voces insomnes
que en tu cerebro vienen y van, cuando los lobos
aúllan, las olas mar adentro se alejan,
tiemblan las manos dormidas, los barcos se pierden
tras sucias estelas, la hora de repasar adioses,
de saber que nada bueno saldrá,
pues en la ventralidad de la noche,
se puede perder todo, no hay besos para ti.